La imagen de Estepa es incompleta si no se hace mención a sus gentes. Gente abierta, de trato amable, sin dobleces, que sin caer en el servilismo te hace agradable la estancia en la ciudad, dispuesta a darte información sobre cualquier monumento o sobre cualquier rincón.
Pero aún hay más: nuestra gastronomía. Todos los ingredientes sociales y culturales que ya hemos comentado dan como resultado, sin que pueda ser de otra forma, una cocina sencilla, sobria pero sabia y excelente. En los restaurantes de la ciudad se pueden paladear platos típicos de la zona que tienen como base el aceite de oliva virgen, sin olvidar la cocina de creación de nuestros maestros cocineros. Saborear la gastronomía estepeña es una forma inteligente de culminar un día de visitas monumentales. Una cocina que está a la altura de una ciudad declarada Conjunto Histórico Monumental en 1965. Estepa ha sido y es cruce de caminos, y secularmente parada y fonda obligada donde el viajero reponía fuerzas. La fama de nuestra cocina no es fama de un día, sino algo que viene de lejos.
Al despedirse el viajero de la ciudad, ya en la lejanía, el caserío dibuja esa imagen de paloma que el poeta pontanés Juan Rejano desde su exilio mexicano no consigue olvidar jamás:
¿Por qué te llaman Estepa,
si eres como una paloma
en vuelo junto a la sierra?
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