Por muy diversos motivos, la milenaria Estepa es una ciudad con un emplazamiento mágico y único que ofrece al visitante y al viajero la oportunidad de dar rienda suelta a todos y cada uno de los sentidos.

El carácter de acrópolis convierte a la ciudad en un excepcional observatorio natural de la campiña del Guadalquivir, con la Sierra Morena dibujándose a lo lejos. No en vano, en la ciudad vieja se asienta el llamado Balcón de Andalucía, auténtico mirador de tierras andaluzas, justo en su centro geográfico. La topografía, el solano, la insolación, la búsqueda del líquido elemento y de la llanura que no acaba de encontrar la ciudad, de origen a una trama urbana singular. La panorámica nos obliga a adentrarnos para descubrir las distintas secuencias visuales que nos reservan sus plazas y rincones.
La vista nos invita a adentrarnos en la ciudad antigua, y nos iniciamos en el desarrollo de los sentidos al impregnarnos por las distintas sensaciones que el entorno emite. El tacto al deambular por las calles empedradas, o al posar las manos en las piedras milenarias, huellas del pasado. Pasear por la ciudad dormida, el silencio rasgado por el teñir de las campanas de San Sebastián o de Los Remedios, cuyo eco te hace volver a épocas pasadas, o el revoloteo de las palomas en torno a la esbelta y coqueta Torre de la Victoria, señalando siempre, siempre al firmamento.
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